sábado, 2 de agosto de 2014

Al capitán

Estrenaste tu brazalete como pretendías:
henchido de orgullo,
con la mayor de las motivaciones.

No sé si sería efecto del paroxismo 
o de esa parra en la que gustas de estar,
el caso es que terminaste luciéndolo ante las cuidadoras de urgencias,
con un dedo roto, fuera de sitio,
más desnaturalizado de lo que acostumbras.


No estuve allí para verlo,
pero estoy seguro de que lo hiciste para desposeer
a ese escuadrón de neófitos de los que tanto me habéis hablado
de algo tan superfluo como el miedo o la prudencia.
Te imagino restándole hierro a lo aparatoso del asunto
mientras les cuentas, ya entablillado:
“No pasa, de todo se recupera uno”.


Nada grave,
la efímera turné por los centros de urgencia no te ha privado de estar
donde de verdad querías hallarte.
Pronto volverás a dejarte ver por ese arenal con cenefas de cal,
con tu estampa de instigador de masas,
con tu extraña figura.

El destino, al corriente de tu inexacta memoria,
te es grato y benévolo al hacerte coincidir
dos efemérides de gran calado;
ya sabes, una medalla por un arañazo.
Cubre éste último con la presea.

Gana la arena servida sobre una fina masa.




Telmo Avalle

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